En un México donde la violencia ha tocado fondo, la voz de Magalí Espino resuena con una mezcla de dolor y resignación. Después de meses de una búsqueda incansable, esta madre encontró el cuerpo de su hijo, Josué “Cheché” Guerrero Espino. Lo que conmueve aún más es que, en medio de su tragedia, agradece a quienes la ayudaron.
La historia de Cheché es un ejemplo escalofriante de la realidad en nuestro país. Desapareció el 30 de abril tras aceptar una supuesta oferta de trabajo, una trampa que, lamentablemente, se ha convertido en una sentencia de muerte para muchos. Un video póstumo lo mostró maniatado y con los ojos vendados, evidencia de que había sido reclutado por el crimen organizado.
Lo más indignante es que el cuerpo de Josué estuvo en la Fiscalía estatal desde el 22 de junio, pero no fue identificado hasta este fin de semana. Esto no solo prolongó el sufrimiento de su familia, sino que también expone la negligencia e ineficacia de las autoridades en la crisis de desaparecidos.
La lucha de Magalí es un eco de las miles de madres y padres buscadores que, en lugar de recibir apoyo institucional, se ven obligados a desenterrar a sus propios hijos.
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